Para abarcar el mercado, debemos conocer y entender cada uno de nuestros nichos.
Hoy, la reputación personal debe ser tratada como una empresa, mientras que las compañías deben cuidar a sus marcas como si fueran personas. En nuestra época de la transformación digital, la reputación es, antes que nada, el reflejo del prestigio o la estima que ha logrado una marca, persona u organización en el mundo online.
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En Latinoamérica hay casi 40 millones de empresas en la web, y se crean 2 millones de nuevas al año, ¿ Dónde se encuentra nuestro negocio en ese ecosistema tan vivo y diverso?¿Cómo se encuentra la reputación de nuestra marca actualmente? Y finalmente, el punto más importante, ¿qué opinión tienen los demás de ella?
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En distintas industrias como lo son los Servicios Financieros; los Seguros; el Consumo & Retail; el Sector Público; o las Telecomunicaciones, que viven de vender el mismo producto varias veces a la misma persona, se debe aprovechar la tecnología para aumentar el conocimiento que la opinión pública tiene sobre nuestra compañía y asesorar a nuestro consumidor casi de manera personal para establecer una relación entre el cliente y la empresa, logrando convertir al primero en un amigo de la marca.
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La tecnología nos está cambiando a pasos agigantados, nos está exponiendo y está exhibiendo nuestras virtudes y defectos al mismo tiempo.
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Hoy comienzan a destacar en el mapa las empresas que están adaptándose mejor a estos cambios, y precisamente en nuestra región se abre una oportunidad importante para las compañías que buscan mejorar sus procesos, su rendimiento, pero sobre todo, su atención al cliente. Un amigo de la marca o ”Brand Lover” es el primer influencer que defenderá sus servicios o productos frente a la vulnerabilidad pública a la cual está expuesta en el mundo digital. De ahí que la cercanía con los seguidores y lectores de los sitios, redes y blogs sea primordial.
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Ninguna empresa se puede dar el lujo de no estar en la web, y hacerlo a medias o mal va en detrimento de su reputación, por lo que recomiendo tomar las siguientes acciones mínimas para que cualquier persona que nos encuentre en el mundo online se pueda monetizar, ya sea en dinero o en percepción.
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Tratar de que la web, redes y sitios de contacto tengan un mismo nombre: el de la marca o empresa (hagamos un esfuerzo coordinado y conjunto de comunicación).
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Ser consistente en el mensaje que difundimos en cada una de las plataformas, considerándolas siempre como un todo pero atendiendo sus peculiaridades, ya que el lenguaje no es lo mismo al hablarle a un “Tuitero” que a un usuario de Facebook.
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Tener constancia en nuestra comunicación: no se puede “postear de vez en cuando”; es necesario tener una estrategia y un plan con calendario de acción.
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Profesionalizar a nuestro community manager: no podemos dejar en manos de un trainee o del “nuevo” de la oficina la responsabilidad de manejar nuestra reputación digital.
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No vender: es muy desagradable para los seguidores leer mensajes en los que una marca asegura ser la única o la mejor. En cambio, debemos buscar provocar su interés con un contenido inteligente que terceras personas recomienden, y así, que sean otros quienes hablen bien de nuestro producto o empresa.
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Hablar de hechos y no de supuestos: compartir casos de éxito, siempre y cuando sean veraces, puntuales y no se caiga en exageraciones.
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Ahorrar palabras y compartir imágenes, videos y frases que se queden en la mente de nuestros seguidores.
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Las redes sociales son un riesgo, pero al mismo tiempo, significan la mejor oportunidad para que con inversiones accesibles, las pequeñas y medianas empresas puedan competir con las grandes marcas que cuentan con presupuestos importantes. La buena reputación no se crea en un día: por eso se debe empezar ya.
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