El consumidor de hoy es complejo, está más informado y consciente, por eso eleva cada vez más la vara de la exigencia hacia las marcas evaluándolas más allá de la calidad de sus productos y servicios.
Hay un nuevo paradigma entre las marcas y los consumidores. De hecho, según Meaningful Brands el estudio de Havas Media Group, si mañana desaparecieran el 80% de las marcas a ninguna persona le importaría.
Antes alcanzaba con la presencia en los medios masivos, pero hoy el Momento Cero de la Verdad (ZMOT) se ve potenciado gracias a las redes sociales y rápidamente queda al descubierto la diferencia entre la publicidad y la realidad. Ahí es donde se hace necesario cerrar la brecha.
Todas las marcas afirman que con su propósito, tienen un papel clave en la vida de las personas. Pero si el consumidor no puede ver o sentir ese resultado, termina siendo solo una promesa de marca más.
Ahora los consumidores están hiperinformados y exigen transparencia en todos los niveles, por eso para conectar con ellos no basta únicamente con conocerlos: es necesario entender sus valores y motivaciones.
Luego de dos años de pandemia, los consumidores están redefiniendo el concepto de valor a través del impacto que sus compras tienen en el mundo. Están mirando más de cerca sus propios hábitos de consumo mientras buscan hacer cambios para tener un futuro mejor. Se distancian cada vez más de los estilos de vida apurados y del consumo excesivo para moverse hacia uno más slow, que pone el foco en la durabilidad, la protección y la funcionalidad.
En este contexto la responsabilidad social se transforma en la norma y medidor principal del rendimiento del negocio. Pero los consumidores esperan más que bullets sobre responsabilidad, quieren que se le de prioridad a las personas y el planeta por sobre la rentabilidad. En definitiva, que ese propósito de marca se refleje en la práctica y tenga impacto en tanto en su vida como en su entorno.