El modelo freemium es el que se impone en las empresas tecnológicas: por un lado, se ofrecen servicios básicos gratuitos, mientras por otro se cobra por otros servicios más avanzados. Este modelo apareció en 2006, de la mano del inversor Fred Wilson, quien en su blog había escrito que las startups de Internet debían ofrecer su servicio en forma gratuita, adquiriendo notoriedad gracias al boca a boca, para luego ofrecer servicios pagos con valor añadido, cuando la legión de fans sea lo suficientemente importante.
En general, el modelo freemium se dirige a mercados grandes y masivos, puesto que se debe adquirir un volumen muy alto de clientes para que un porcentaje de ellos se pase al premium. En números, se calcula que un porcentaje menor al 10% de usuarios de pago tiene que soportar a más de un 90% de usuarios gratuitos, y aun así, generar beneficio.
El ejemplo de mayor éxito mundial en el modelo freemium es el pergeñado por Spotify, que rompió todos los moldes: cuando a nivel general la tasa de conversión de free a premium suele ser de alrededor de 1%, Spotify este año consiguió 75 millones de usuarios de pago, contando con unos 170 millones de usuarios activos mensuales. Es decir, casi el 50% de tasa de conversión.
Con este éxito, muchas empresas quieren copiar el modelo de negocios de Spotify, pero la mayoría no entiende que se necesita lo que se describía al comienzo: escalabilidad. Es decir, se trata de empresas que tienen un potencial de crecimiento muy fuerte, que además se pueden internacionalizar y que son capaces de hacer crecer los beneficios sin reinvertir en infraestructura.
Y aquellos que más posibilidades tienen en escalar son las compañías llamadas Over The Top (OTT), que se brindan a través de Internet y no necesitan infraestructura ni están sujetos al marco regulatorio de los operadores. Quienes más interés tienen en potenciar e igualar el modelo de Spotify son los grandes medios de comunicación, especialmente los periódicos, que por el momento implementan el paywall o muro de pago, donde después de leer cierta cantidad de notas gratuitas el lector debe pagar una suscripción.
El problema es que mientras los modelos de Netflix y Spotify, por mencionar los más rutilantes, se rentabilizan a escala mundial, es muy poco probable que un diario trascienda sus fronteras. Hay una frase en la industria que así lo remarca: “Mientras el entretenimiento es internacional, las noticias son locales”.
La mejor perspectiva actual para un ‘Spotify de las noticias’ es Scroll, una startup financiada por The New York Times, que permite a los usuarios leer noticias sin publicidad; cuando un usuario accede a la web de los medios consulta habitualmente -siempre y cuando estos medios sean clientes de Scroll- lo que verán es una página limpia, sin anuncios. A cambio tienen que pagar una tarifa de 5 dólares al mes.
Al igual que con la versión original de Spotify, los usuarios pueden no estar listos aun para pagar por el contenido de un periódico, pero muchos pagarían para deshacerse de los molestos anuncios.
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