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Chief Happiness Officer.

Chief Happiness Officer.
30 mayo, 2018 Pedro Galván
In management

Hoy el tiempo pasa más deprisa, las necesidades cambian sin quererlo, el foco de atención de los clientes se pierde ante la inmensidad de la información, muchos de los valores que nos enseñaron y que quisimos aprender están en duda, aparcados o simplemente olvidados porque nos hemos reprogramado para que todo vaya más deprisa.

 

La paradoja que nos ensombrece esa felicidad fatua es focalizarnos en que la productividad aumente y puede ser que muchos, ante la tesitura de una nueva forma de ver y entender la vida, se pierdan ante el magma de una sociedad cansada, como apunta Byung-Chul Han.

 

Los retos que tienen las empresas siguen aumentando en un nuevo mapa ultra competitivo y, si el de conseguir excelentes profesionales siempre lo fue, ahora, todavía lo es más. Retener y conseguir nuevo talento en la empresa es, en la actualidad, uno de los mayores retos para una organización que quiere ser competitiva.

 

Empleados o, mejor dicho, colaboradores o, incluso mejor dicho, personas que deberían llevar el nombre de la empresa tatuado en su corazón.

 

Las personas que van a trabajar tienen que llegar motivadas a su trabajo y la organización lo que tiene que hacer es, en primer lugar no desmotivarles y en segundo, conseguir que una palabra que siempre ha estado reñida con el clima laboral se adentre sin miedo y sin pudor: felicidad.

 

Las empresas y los directivos decimonónicos que todavía buscan siervos o simplemente empleados para que sean sus secretarios, que les hagan caso a todo lo que les digan o que tramiten órdenes al puro estilo medieval del corre-ve-y-dile popular, tienen que entender que van a dejar de ser competitivos porque no tendrán ese capital humano tan necesario.

 

Si alguna palabra es de difícil definición es la palabra felicidad. Cada persona en este mundo entiende y percibe la felicidad de una forma diferente, sin embargo seguro que podemos encontrar patrones comunes para llegar a un acuerdo como punto de partida.

 

Dos apuntes como axiomas, el primero: es necesario no olvidarse de la diferenciación entre objetivos y proceso. La felicidad es el proceso para conseguir los objetivos de la organización.

 

El segundo, no entraremos en disquisiciones peyorativas, facilonas, rápidas e inamovibles como por ejemplo: “aquí se viene a trabajar y punto”, porque el mundo, como comentaba antes, ha cambiado y muchas veces el futuro que planeamos se convierte en pasado antes de que nos demos cuenta.

 

El talento está en las personas que en su organización son felices. Es fácil de entender, sin embargo, es difícil de aplicar.

 

No tengamos miedo en conseguir un Chief Happiness Officer para nuestras organizaciones. Una persona que reporte al CEO y que le explique, entre otras cosas, como las personas en la empresa: saben, quieren, hacen y sienten su trabajo dentro de su organización.

 

Estos cuatro pilares fundamentales reúnen todas las características necesarias para que una empresa entienda cuál el índice de la felicidad de sus personas y de su clima laboral.

 

No todo es sueldo ni vacaciones, además, las empresas tienen que añadir sistemas para que los jefes se conviertan en líderes, se luche contra la discriminación, se crea en las causas sociales que se apoyan, se busque la conciliación laboral, se creen mecanismos para ahorrar tiempo y ser más productivos, se premie a la persona que haga y sienta más y no al que se esconde en el grupo y genera ruidos innecesarios, se forme y se ayude a crear valor, se optimice la gestión de las comunicaciones internas, así como muchos más planteamientos que un CHO tendrá a su cargo.

 

Estas personas en organizaciones felices, serán los primeros embajadores de la marca que les apoya. Estas serán las empresas preparadas para el segundo cuarto del siglo XXI, las que tengan a las personas como su primer baluarte.